Una breve historia fotográfica de hoseito...

Cuando se habla de una persona a nivel fotográfico, gran parte de ella viene perfilada por el material de fotografía que ha utilizado a lo largo de los años y de cómo ha evolucionado dicho material con las novedades del mercado. Harina de otro costal son las fotos que se hacen con esos cachivaches. Han sido muchas las cámaras que han pasado por mis manos, y también objetivos. Siempre pensamos que la última adquisición es la mejor y que va a ser la definitiva, pero indefectiblemente y sin nosotros quererlo, sale algo que lo supera y nos hace caer en la tentación de probar ese pastelito recién horneado. Supongo que es parte del carácter humano y como humano que soy no voy a luchar contra mí mismo.

Aquí os presento mis humanidades para que veáis cómo he sucumbido con el tiempo, al igual que todos los demás; pero a pesar de todo me mantengo en que mis últimas adquisiciones son las mejores y que jamás las cambiaría por otras ¡¡¡ ¿Os suena de algo?

A los 18 años me regalaron mi primera cámara fotográfica, que perteneció a mi abuelo, el aviador. Se trataba de una CONTAX III , fabricada antes del fin de la segunda guerra mundial. Es bien sabido que fue una de las cámaras preferidas de Robert Capa. A mi Contax III le acompañaba un 50 mm F1.8.

Mi primer carrete con la Contax III empezó realmente después de disparar más de 100 fotos y advertir que allí fallaba algo, que no iba bien la cosa. Resultó que no había enganchado correctamente el carrete en el interior y el resultado fue que todas esas instantáneas se desvanecieron en el limbo del fotógrafo novato. Era tan inexperto que ni siquiera advertí que el contador no avanzaba, aunque lo más probable fuera que tampoco supiera donde se encontraba ese marcador.

Fue mi primera cámara de telémetro y ya quedé prendado con esa filosofía. Me dejó tan marcado que con los años sólo buscaba cámaras semejantes a esta Contax III.

Fueron escasos carretes los que cayeron con ese 50 mm ya que poco tiempo después de mis primeros escarceos en la fotografía realicé un viaje a Los Angeles de visita a la graduación de mi hermano. Fue allí donde adquirí mi primera cámara de trote y casi de este siglo. Fue la increible  MINOLTA X-700 con un maravilloso 35-70 mm F4 con la función de Macro. En ese mismo viaje la Minolta mostró sus bondades con imágenes de gran contraste y exposiciones perfectas, aunque de definición moderada comparada con los actuales objetivos del siglo XXI. Lo que si es cierto es que se trataba de una cámara muy bien acabada, de gran resistencia y diseñada para durar muchos años.

Ya de vuelta del viaje y estudiando en la facultad de física, empecé con mis actividades de revelado fotográfico en la vecina facultad de biología en un pequeño cuarto que habilitaron para el revelado tanto de negativos como de copias fotográficas. Ni que decir tiene que pasaba por las tardes más tiempo en la facultad de biología que en la propia de física. De hecho hasta me saqué el carnet de estudiante de biología y no me preguntéis cómo lo hice. Las primeras experiencias en el revelado tanto de negativos como de papel fueron increíbles. Pasaba las horas tontas en el interior de ese cuartucho sin ventilación experimentando todo tipo de técnicas y procesos con resultados bastante satisfactorios en la mayoría de los casos. Por supuesto el 99.99% de lo que tiraba era Blanco y Negro para poder revelarlo personalmente y no tener que arruinarme con la compra de carretes y del propio revelado que valía un ojo de la cara por aquellas fechas.

 

 

Esta nueva etapa de autorevelado trajo grandes cambios en mi modus operandi fotográfico ya que me concentré en el Blanco y Negro y dejé de comprar carretes en la tienda con precios exagerados para mi modesta economía de estudiante. Los rollos de película de 30 metros de Ilford y similares, junto con el cargador de Konika K-H Hi-Loader fueron una inseparable pareja durante muchos, muchos años. La cuestión económica primaba sobre la técnica y la posibilidad de trabajar en Color era inabordable con los precios prohibitivos del momento.

Ya en aquellos tiempos y a pesar de lo compacta y ligera que era la X-700, advertí la importancia de trabajar con equipos ligeros y manejables. Y llegó mi primera compacta. Fue una KONICA MT-100 de la que no recuerdo cómo acabó su existencia, pero los negativos que dejó atrás avalan la extrema calidad de su lente, la ausencia de aberraciones y distorsiones en una cámara poco más grande que un paquete del asqueroso Ducados. Esa cámara fue mi compañera durante años, día y noche, colgada en mi lateral derecho del cinturón para no perder oportunidades de disparo. Por cierto, llevaba un flash incorporado que más quisieran las compactas de hoy llegar a su potencia y a la exactitud del destello en las noches sevillanas.

Con la Konica narraba mi día a día en la facultad y en las noches de marcha. Pero paralelamente mi técnica en el laboratorio fue mejorando hasta que decidí independizarme y montarme el garito en casa. Las limitaciones horarias de la facultad y la competencia de otros que también querían utilizar el laboratorio me mostraron un camino apasionante en lo relativo al positivaje de las copias. Aproveché una habitación que estaba en desuso en casa para utilizarla como laboratorio. Lo más complicado fue aislarla del exterior para que no entrara la luz diurna. Empecé con una ampliadora de segunda mano y un objetivo de ampliadora mediocre, pero poco tiempo después viendo resultados birriosos di paso a una ampliadora Durst de calidad con un objetivo “prime” que en en la primera copia dio un resultado espectacular. Copias de papel con definición desde el centro hasta los bordes de la imagen. Y del archiconocido papel Ilfordgrade evolucioné al papel baritado. ¡¡ Eso si que era currárselo ¡. Compré una secadora eléctrica de papel y cubas gigantescas para grandes ampliaciones de 50×70 cm. Al finalizar las sesiones de laboratorio el ambiente era repugnante y salía con los ojos ensangrentados de tanto químico evaporándose en el recinto cerrado. Tuve que poner un sistema eléctrico de ventilación para no morir en el intento. Y el sistema funcionó por fortuna.

Otras cámaras compactas sucedieron a la exitosa Konica. Fueron sobre todo de la gama OLYMPUS Muj1 . Enanas en sus dimensiones y con objetivos de calidad. Su bandejita deslizante y la rapidez de enfoque la hacían buena compañera para llevar en el bolsillo. Eran muy resistentes a los golpes y el flash dejaba ciegos a los fotografiados. Fue una cámara muy común por aquellos años en los que apenas había competencia de compactas y todo quisqui tiraba a la que tenía mejor fama. Creo recordar que tuve tres evoluciones de esa Olympus. La última estuvo en mis manos apenas 24h. ¡ La camarita tardaba en enfocar más de tres segundos ¡. Cuando hacía la foto hasta los caracoles se habían salido del encuadre. Ciertamente esa ya no era una Olympus. Parece mentira como las casas comerciales a veces van para atrás sacando modelos que echan por tierra todos los aspectos positivos de los modelos anteriores.

 

Volvió a la tienda ipso-facto a cambio de una KONICA OFF-ROAD con un 28mm. Toda una primicia de focal corta en una compacta y encima dispuesta a ser puteada por su dueño en los ambientes más inhóspitos posibles. Eso sí, la distorsión era notable, ¡ pero a quién le importaba eso si por primera vez tenía uno a su disposición semejante angular y encima en una cámara compacta que supuestamente lo soportaba todo¡. El aspecto era tipo Hummer y parecía que iba a amortiguar todo tipo de traqueteos y envites que pudiera depararle la vida, pero la pobre pasó a mejor vida un día de esquí en Sierra Nevada. Su aparente presencia a prueba de bomba no era en realidad lo que era. Las otras compactas que tuve tuvieron una suerte final desigual como caer en el interior de una maceta de cerveza apoyada para hacer una foto, perecer instantáneamente de forma unilateral, o caer en el interior de un manglar infestado de caimanes tras dejarla con los 10 segundos de retardo y deslizarse suavemente hasta el agua.

Pero no sólo de compactas vive el hombre.

 

El siguiente gran paso en la evolución fotográfica personal fue toparme con la increíble CANON EOS 5 . Una cámara profesional bastante ligerita y con una pila que valía una pasta y duraba un telediario. Pero a pesar de esos inconvenientes empecé mi matrimonio con CANON. El noviazgo fue bonito y tuvimos varios hijos como el fenomenal  Canon 28 mm F2.8. Un objetivo que me hizo disfrutar como un enano sobre todo en los viajes a India y Nepal, ya que me permitió acercarme al máximo a los sujetos e incluirlos en su ambiente. Calidad de imagen brutal, viñeteo escaso y un contraste único que producía unas fotografías en Blanco y Negro de gran belleza. Fueron mis inicios en el ahora llamado street photography.

 

A nivel de teleobjetivos empecé con un sencillote Canon 70-200 F3.5-4.6 que acabé regalando porque su calidad de imagen no era extrema. Lo sustituí posteriormente por un CANON 35-350 m F3.5-5.6 brutal. Un mastodonte 10X de focales que cubría todo lo que un ser homográfico podía pedir a la vida. ¿Por qué llevar en lo alto tres o cuatro objetivos si puedes acarrear uno sólo? Pues sí.

Este era el objetivo soñado pero tenía algunos inconvenientes. Bueno, más bien un sólo inconveniente: ¡ el peso de tan sólo 1.385 gr ¡. Junto con la cámara, la combinación ganadora te dejaba para el arrastre tras una tarde de fotos, pero que te permitía llevar un sólo objetivo y conseguir unas imágenes con calidad excepcional. Recuerdo que me costó una pasta y que tuve que vender otras cosas para poder afrontar semejante inversión. Pero mereció la pena.

Y el formato medio no se iba a quedar atrás. El sueño de todo fotógrafo siempre ha sido tener una cámara de formato medio que aporta unos negativos gigantes que permitan ampliar las copias hasta el infinito. La increible MAMIYA 7 se cruzó en mi camino tras ver un reportaje de Helmut Newton con esa cámara en la revista francesa Photo, del cual era suscriptor.

Ya en mi primer trabajo, que ganaba una miseria, hice mi primer préstamo en Cajasol para que me acompañara una Mamiya 7 en mi travesía fotográfica. Y vino de la mano del triunvirato que consistían en un 65 mm, un 43 mm y por último un 150 mm. Menudo dispendio¡¡¡ Tres objetivos de una tacada y que además valían un ojo de la cara. Disparar la Mamiya si que es una experiencia casi religiosa. El click del obturador es tan suave y gustoso que cada fotografía era un trance y apenas se echaba de menos ver luego el resultado. Esa Mamiya 7 era la más compacta del mercado con formato de 6×7. Toda una joya, incluso hoy en día.

Pero una de las características más interesantes de la Mamiya era que permitía trabajar con formato panorámico utilizando un adaptador y película clásica de 35 mm, en vez de los rollos de 120 o 220. Ahora la coges y pesa como un quintal, pero en aquella época era liviana como el algodón. La edad no perdona, claro. La Mamiya se concentró sobre todo en fotografía de paisajes y el modo panorámico era extremadamente divertido ya que a través del visor telemétrico tenías que calcular cuál iba a ser la imagen final “cortando mentalmente” lo que se veía en el visor que supuestamente iba a entrar en la fotografía final. Probablemente hice más fotografías en modo panorámico que en 6×7 para la cual fue concebida.

Y la Mamiya 7 me llevó al mundo del color que hasta esa fecha era algo ocasional en mi vida. Salvo para las fotos familiares en compactas, claro. No fue fácil pasar del concepto de Blanco y Negro al nuevo mundo del color. Una mirada diferente fue necesaria a la hora de tomar fotografías y sólo pude realizarlas con las alucinantes películas VELVIA de Fuji. Diapositivas de 6×7 que parecían ventanitas a la realidad cuando las mirabas con luz directa. Y lo más increíble es que también entré en el mundo del revelado  de negativos color, así como de diapositivas, que era todavía más exigente. Para ello me gasté una mensualidad de curro en una máquina de Jobo de revelado de negativos y de copias en vertical. Una gran máquina pero un auténtico coñazo lidiar con ella. Ya viviendo en Madrid sacaba rollos de 120 y 220 de Velvia y los colgaba en el cuarto de baño,  sin apenas espacio. El resultado te dejaba medio anonadado. Y su modulo vertical de revelado de copias fotográficas me quitó de un plumazo las cubetas horizontales que ocupaban media casa. La Mamiya 7 fue rápidamente amortizada a nivel personal con mis innumerables viajes de trabajo por toda España a la que me acompañaba y aprovechaba para realizar sobre todo fotografías de paisajes. De hecho se hicieron tres almanaques en la empresa que trabajaba, Hewlett-Packard, con fotografías de la Mamiya 7. Objetivos superprime con un detalle impresionante que permitía ampliar hasta límites inimaginables y no perder un ápice de calidad.

 

Pero no solo de fotografía vive el hombre. Una nueva afición surgió en mi vida. Las Flores Silvestres. ¡ Y lo pude compaginar con la fotografía¡ Empecé a hacer fotos con mi Canon EOS 5 de plantas silvestres, como un loco,  y un nuevo objetivo SIGMA 105 mm F 2.8 MACRO que era lo mejorcito en aquel momento para estos menesteres. Los primeros carretes fueron con negativos, pero rápidamente pasé a la diapositiva para controlar mejor el resultado y posteriormente la búsqueda e identificación de las diapos con sus correspondientes plantas silvestres y nombres científicos. Hacer eso con negativos era tarea imposible. Positivar en tu mente los negativos y de ahí además reconocer la especie de la planta silvestre era casi sobrehumano.

Y sin un flash decente no vive un hombre Macro. El flash CANON Speedlite 550 EX se adueñó de la cámara y me llevó por todos los campos de España en búsqueda de nuevos especímenes. En un primer momento trabajó sobre la zapata de flash de la propia cámara, pero más adelante lo situé en un punto bajo con una regleta y el extensor Offshoe de Canon, que me permitía iluminar más homogéneamente al llegar al límite de 1:1 del objetivo de Sigma. No era una maravilla, pero era lo que existía en el mercado en ese momento.

 

 

Los primeros balbuceos de la era digital estaban llegando y fueron bien recibidos ya que se iba una pasta en carretes de diapositivas Sensia de Fujifilm, y en el revelado posterior. Y sobre todo que experimentar una nueva técnica con flash, en mitad del campo y sin ver los resultados, era una acción de alto riesgo, sobre todo en el ámbito económico cuando tienes que hacer muchísimas fotos de la misma flor que suelen estar complicadas de fotografiar por los fondos y por los tamaños relativos que engañan fácilmente a los sensores de la cámara y producen imágenes sobre o subexpuesta en infinidad de casos, tanto en la toma general como en el propio fogonazo del flash que erraba con facilidad.

Sería sobre al año 1.999 cuando la primerá cámara digital se alistó a mi larga lista de cámaras digitales que vendrían más adelante. Se trató de una cámara de HP de 1 Mp que gané en una prueba de mi empresa HP en una de sus múltiples reuniones. A pesar de tener sólo 1 MP, brutal en aquella época, las imágenes eran decentes gracias a un objetivo de calidad media. ¡ Ver las fotos que hacías nada más realizarlas, era un decir ¡. Su minipantalla apenas tenía detalle y se comía la batería en un santiamén, pero al menos veías que no la habías cagado en lo relativo al encuadre y exposición. Su estreno fue en Barcelona y las fotografías que conseguía eran de gran colorido, aunque de escasa resolución.

¡ La carrera de la obsolescencia digital no había echo mas que empezar ¡. Ya no podía parar. El ansia de calidad me llevó a mi única cámara Nikon, la NIKON COOLPIX 990. Ponerle los cuernos a Canon tuvo su recompensa ya que su objetivo orientable daba mucho juego y su calidad de imagen era magnífica con 3.1 Mp. Como siempre el inconveniente era la duración de las baterías que no llegaba ni a las 100 fotos. El tamaño tampoco era el más adecuado ya que comparada con las compactas anteriores, era voluminosa y pesada y no apta para bolsillos, salvo los de Coronel Tapioca. Una peaso de cámara de la que pude disfrutar poco porque me la robaron a los pocos meses de comprarla y me quedé colgado durante bastante tiempo sin compacta digital.

 

El gran paso al mundo digital se produjo con la irrupción de la CANON EOS D30 . 3 Megapixeles con objetivos de calidad daban para mucho en aquella época. Esa burrada de pixeles documentaron el derrumbe de las torres gemelas en el 2001. Casi la mayoría de los reporteros de la época la utilizaron y es famosa una portada de American Photo con una D30 destrozada en el suelo y llena de polvo y restos de ese 11 de Septiembre. Fue una cámara cara pero no de precio disparatado. Su precio fue rápidamente amortizado con las fotos de flores silvestres, ya que conté con la primera reflex digital para realizar mi tarea de Macro. Las miles y miles de pesetas que me pulía en diapositivas y revelado quedaron atrás con unos cuantos Megabites embebidos en discos digitales. Ahí empezó el almacenamiento masivo de fotos en discos duros externos.

Toda una maravilla fotografiar una complicada escena de flor silvestre con fondo puñetero y ver al momento en la pantallita, ya digna y sin que se comiera la batería de la cámara, si salió OK o mas bien una mancha negra o lo que era peor, una imagen brillante y quemada absolutamente inservible. Miles y miles de fotografías de flores se sucedieron y prácticamente estuve enfocado en esos menesteres en el ámbito fotográfico.

El tandem CANON EOS D30+ Sigma 105 mm+ 550EX era perfecto en mitad del campo agachado buscando el mejor enfoque de esa planta hallada por primera vez. Se acabaron miles de diapositivas amontonadas en carpetas cogiendo polvo.

 

 

No hay dos sin tres. La novedosa CANON D60 volvió a batir marcas en cuestión de calidad poco tiempo después de la salida de la D30. Esta vez vino acompañada de un grip para hacer las tomas verticales con comodidad. El kit perfecto de cámara, objetivo y flash pesaba más de tres Kilos y sin grip la muñeca las pasaba canutas y apenas llegaba sana al final del día de campo buscando florecillas. 6 Mp que revisadas hoy, las imágenes dan miedo de la calidad del sensor. A pesar de ser muy parecida a su predecesora la D30, la D60 tenía innovaciones de manejo y de software de interés así como una construcción más solida y por supuesto el doble de megapixeles. Y si que se notaba a la hora de ampliar las imágenes y en lo relativo al color y saturación que mejoraron claramente.

El cambio de línea se daría con el siguiente modelo que rompía con todo lo anterior tanto en diseño, ergonomía, así como en calidad de imagen con los nuevos sensores de última generación de Canon. No recuerdo cuánto duró la D60 en el mercado pero creo recordar que fue bastante poco. Los de Canon ya tenían guardada en la recámara su buque insignia…

 

Probablemente con 6 Mp. tenía mas que suficiente yo mismo y el resto de los mortales, ¡ pero a quién no le amarga un dulce¡¡ La obsolescencia me abocó de nuevo a la nueva CANON EOS 5D . Un camarón de 16 Mp ¡¡¡¡ con una calidad de imagen sin parangón. Casi triplicó a su predecesora. Desde el primer momento se vio claramente la calidad con respecto a la D60 cuando realizaba fotos de flores silvestres. Imágenes más nítidas y un color en regla hicieron famosa a la 5D.

Con esa cámara y el objetivo macro las limitaciones del flash 550EX eran evidentes, por lo que la cámara vino acompañada de un flash anular CANON MR-14EX que me hizo dar un nuevo paso en el mundo macro. Con este flash se conseguían fotos de detalles de las plantas silvestres imposibles de conseguir con un flash speedlite ya fuera encima de la cámara, ya fuera colocado en el lateral con un apéndice supletorio. El relleno del anular era magnífico y producía imágenes muy suaves y agradables a la vista y sin sombras desagradables laterales producto de la propia localización del flash en un lado de la cámara. De igual modo permitía disparar a diafragmas más cerrados por la propia proximidad del flash al sujeto.

 

 

Pero la añoranza a la película no era fácil de desterrar. Apenas hacía unos años que entramos en la era digital y todavía corría por las venas el tintineo de las mariposas en la barriga cuando hacías una foto y tenías que esperar al resultados días o semanas. Y todos tenemos una espina clavada en el corazón fotográfico: ¡ cómo morir y no probar una Leica ¡. Ya dominando Ebay, el americano claro, y me puse en ello con la suerte de encontrar una LEICA M3 que dio el salto oceánico para quedarse en Sevilla. Eran aquellos tiempos en los que no te clavaba aduanas como hacen ahora y podías comprar en USA como si estuviera a un paso de casa. Tampoco existía Amazon. La Leica vino acompañada de un Summicron 50 mm y de un Elmarit 90 mm también conseguidos en eBay, pero esta vez de unos alemanes cansados de ellos. Calidad en estado puro y una filosofía de cámara diferente a mis antecesoras. Estos objetivos que se vendían de ganga, más tarde se revalorizarían y se empezaron a poner por las nubes para las nuevas marcas que aceptaban esos chasis de objetivos.

 

 

Y esos dos objetivos de Leica fueron la llave para dar un paso más en la era digital y poder aunar el rollo digital, con la Leica y con la pasión del telémetro de la Mamiya 7. Hablamos de la EPSON RD-1. Una cámara de telémetro digital que admitía los objetivos de Leica y que compartía el encanto de la Mamiya 7, pero en pequeño y obviamente con un carácter más manejable. La Epson era rara de cojones ya que a pesar de ser digital hicieron todo lo posible para que pareciera una cámara de toda la vida con detalles absurdos como palanca de avance de película, diales tipo mecánico, marcadores imitando a cámaras de décadas anteriores y una pantalla trasera abatible que se ocultaba, que hacía prácticamente imposible que alguien reconociera esta cámara como un modelo digital. Este modelo de Epson dio 4 paseos por el gran charco ya que procedente de USA no la entregaron correctamente y volvió allí para mas tarde tener que regresar de nuevo a Al Andalus. Con tan solo 6 Mp generaba unos ficheros de calidad increíble y en formato RAW. La unión de objetivos Leica con un sensor perfecto aportó diversión fotográfica que andaba bastante perdida con tanto Canon.

 

 

Mi afición a las Plantas Silvestres fue creciendo a medida que hacía más fotografías, pero el 1:1 se quedaba corto en muchas ocasiones sobre todo al tratar flores de pequeño tamaño o cuando se pretendía sacar detalles de órganos de la planta de muy pequeño tamaño. Y el objetivo CANON MP-E 65 mm F2.8 vino a suplir ese hueco en mi maleta, ya que de una tacada llegaba hasta la reproducción 5:1. Una auténtica bestia en el mundo Macro que unido al flash anular MR-14EX conseguía unas fotografías de detalles no visibles al ojo humano, que más tarde en casa delante del monitor se quedaba uno fascinado por las estructuras de las plantas que escapan a nuestra mirada superficial.

 

El equipo Macro que fui creando poco a poco estaba casi perfecto, pero contaba con un escollo de carácter práctico. Trabajaba con dos objetivos y un solo cuerpo. Algo nada recomendable cuando se trata de cambiar objetivos en mitad del campo con polvo y suciedad a raudales. El riesgo más que evidente de ensuciar el sensor a cada paso, o mas bien, a cada cambio, me hizo ampliar la familia. Si a eso le sumamos una posible avería de la cámara en un viaje lejos de casa, en un lugar poco accesible y en un momento de floración que sólo se da una semana al año, sería una gran cagada de conjunción planetaria de muy difícil arreglo.

Es por ello que decidí complementar el equipo con una cámara de apoyo a la 5D para evitar el cambio de objetivos y tener backup de cámara en caso de avería. La CANON EOS 550D hizo el papel para que cada cámara tuviera su objetivo y no estar con continuos cambios. De hecho la 550D con un factor de multiplicación de 1.5, unido al 65 mm que ofrece una ampliación de 5:1, sumados generaban una ampliación real de 7.5:1, una auténtica pasada sin usar un microscopio óptico. En esos límites de 7.5 la calidad de imagen no era extrema, pero los detalles eran los suficientemente nítidos a pesar de trabajar con escasos mm de profundidad de campo y con limitaciones de potencia del propio flash operando a diafragmas máximos y hasta donde lo que permitía la propia difracción del objetivo de conseguir imágenes lo suficientemente nítidas.

 

 

Y así fueron cayendo miles y decenas de miles de fotografías de flores silvestres. Practicamente era lo único que hacía en el ámbito de la fotografía. Hasta que mi Canon Eos 5D quedó tocada gracias a mi pericia. Con un sensor sucio y con manchas probablemente de hongos o de cualquier otra porquería que entrase motivado por el cambio de objetivos; animado por las gilipoyeces de internet, decidí limpiarlo yo mismo con un bote de alcohol especial. Lo único que conseguí fue dejarlo completamente cascado y prácticamente inservible. Me vi “obligado” a actualizarme a la CANON EOS 5D MARK II después de ver el presupuesto de cambio de sensor de la máquina. Era un 10% más caro que comprar en nuevo modelo ¡¡¡

La Mark II trajo 21 Mp. y más prestaciones de interés, pero la metodología de Macro no cambió en absoluto. Más fotos y más fotos de flores. Eso sí, la Mark II tenía un acabado más resistente que su predecesora, cosa que se agradece cuando se trotea por el campo bajo las inclemencias del tiempo y el polvo del camino.

 

 

Tras centenares de miles de fotografías, el Sigma 105 mm Macro cayó en primera línea de batalla con el diafragma bloqueado. En pleno mes de flores donde cada día que pasa son oportunidades perdidas, mientras que el Sigma se fue al servicio técnico, ese mismo día me agencié un CANON 100 mm F2.8 MACRO por Ebay. Esta vez de un españolito y a un precio fantástico. A los dos días lo tenía en casa para salir pitando al campo. Si el Sigma era bueno, éste era aún mejor. Imágenes mas chispeantes y con la comodidad en el enfoque que no salía 5 cm extra de objetivo como hacía el de Sigma. La primera semana costó un poco acostumbrarse a esa ventaja, pero luego la cosa fue de perlas. Un mes después tenía mi Sigma arreglado y al 100%  que pasó a estado de backup del 100 mm de CANON, en caso de avería “on the field”. Por cierto, acabo de recordar que tuve dos Sigma 105 mm. El primero se me cayó al suelo y se quedó destrozado por dentro, obligándome a comprar otro exactamente igual ya que el arreglo fue inviable.

 

Y así pasaron los años. Flores y más flores. Mis dos cámaras de Canon no animaban a hacer algo más allá del mundo Macro. Las sacabas de eso y eran un puto coñazo. Algunas bodas, bautizos, etc, pero esos armatostes no estaban hechos para disfrutar de la fotografía “instantánea”, de la fotografía fácil y de bolsillo que permitiese hacer instantáneas sobre la marcha sin pensar demasiado y sin tener que acudir a un masaje de espalda después de una tarde de sesión de fotos con un dolor brutal de espalda y de hombros tras acarrear kilos y kilos de material.

Fue una cámara de madera la que vino a despejar un poco el horizonte y traer aire fresco a las ideas. Se trató de una SHEN HAO bellísima de formato 4×5 pulgadas. Una cámara china comprada en una tienda yanqui, que fue adornada con dos objetivos de 210 y 90 mm adquiridos a través del amado Ebay. La verdad es que jamás hice foto alguna a 4×5″, sino que me compré un adaptador de película 120 para tirar fotos de 6×9 cm. Con el laboratorio tradicional desmontado hace siglos, ponerme de nuevo a revelar placas era una tarea imposible sin espacio para ello. Otro concepto de lentitud en la toma, calidad final y revelado posterior que chocaba con la tendencia digital de inmediatez, pero que te hacía pensar de nuevo en qué era la fotografía y en que no hace falta tanta prisa ni tirar tantas fotos del mismo asunto. Basta con una foto, o a lo sumo dos. Ah¡, y luego a revelar el rollo y recogerlo para ver los resultados y….. tirarte de los pelos con toda probabilidad.

De hecho incluso hubo una temporada que ni las flores me sacaron de esa aversión a llevar esos mastodontes encima para sacar fotos. La fotografía casi cayó en el olvido y me pasé al mundo de las compactas de nuevo. Las cámaras de PANASONIC llamaron mi atención desde el primer momento por su calidad y su tamaño minúsculo. La gama TZ cumplía todas mis expectativas y tres de ellas pasaron por mis manos tras múltiples vicisitudes. Volví a mis orígenes de mi primera Konica de bolsillo en los años 1990. Y también volví a disfrutar con la fotografía. Sencillez, rapidez y manejabilidad. ¿Quién quiere las moles de Canon? cuando estas camaritas son superdivertidas y te permiten hacer cosas impracticables para las SLR.

Fotografías familiares llenaron mis discos duros con esas compactas de Panasonic. Así quedó la cosa. Bastante alejado de las “grandes cámaras”. A pesar de ello para no perder el vínculo con la fotografía seguía comprando mis revistas la española FV, la americana American Photo y la francesa Photo.

 

 

Y en Junio de 2012 ocurrió el milagro ¡¡¡¡ Ojeando la Photo francesa, me encontré con un anuncio de una cámara de Fujifilm. ¿Quién compra cámaras de Fujifilm?, me dije. Años atrás dieron mucho la lata con los sensores con celdas octogonales que según decían ellos mismos daban más calidad de imagen y mayor resolución real. Eso era para mí Fujifilm. La sorpresa vino cuando advertí que la cámara era de telémetro¡¡, y digital ¡¡¡, y de 16 Mp¡¡¡ . Casi el triple que mi Rd-1. Sabía que las Fuji, perdón Fujifilm, eran buenas, pero estaba equivocado. Apenas vi las especificaciones técnicas de la cámara. Era lo que buscaba después de más de dos décadas de espera. Una quimera hecha realidad.

Bicheé por internet precios y sorprendentemente no encontré nada mejor que lo me ofrecía la tienda de toda la vida de Sevilla. La cámara estaba aún tan calentita que internet no había producido la típica brecha de precio. Dos días después de conocer su existencia, el 15 de Junio de 2012, cogí la pasta y me fui a mi tienda amiga previa llamada para cercionarme que tenían el material. Esa tarde salí de allí con mi FUJIFILM X-Pro1 ¡¡¡¡ acompañada de un Fujinon 35 mm F1.4, que era el único objetivo de la línea.

Un poco aturdido monté el objetivo en la cámara y empecé con las primeras fotografías. La verdad es que no fue fácil y en algunos momentos incluso desesperante. Las diferencias entre Canon y Fujifilm eran tan notables que la curva de aprendizaje se hizo muy en pendiente. Volver a un equivalente 50 mm como la de mi primera Contax veinte años atrás en mis manos, fue también un poco shock. Esa nueva “mirada” en esa nueva cámara hizo doblemente complicado cogerle el tranquillo.

 

Pero el roce hace el cariño y después de 3-4 semanas de conocernos surgió el amor y desde entonces no nos hemos separado ni un momento.

Tras miles de disparos empecé a cogerle la distancia al soberbio Fujinon 35 mm F1.4 . Sin lugar a dudas el mejor objetivo que he tenido a lo largo de los 28 años que he coleccionado todo tipo de cachivaches y cámaras. Resolución brutal tanto en el centro como el borde, F1.4 para hacer fotos sin apenas luz que sumado al ruido casi nulo para ISO de 800-3200, lo hacen como salido de otro planeta. Curiosamente al final se acaba uno adaptando a esa focal y salir de ella te deja fuera de juego. Y lo digo por experiencia. De hecho a este objetivo le llaman el «mágico» por las imágenes tan increibles que produce.

El nacimiento del 35 mm en el mercado tuvo sus complicaciones y sus primeros meses de vida fueron con componentes de zozobra. Un sistema de enfoque defectuoso hasta la saciedad hacía una tortura enfocar la mayoría de los motivos. Afortunadamente pasaron sólo semanas desde mi adquisición hasta que salieron varias revisiones de firmware que mejoraron claramente este handicap. Parece mentira que un software consiga que un hardware cambie tan radicalmente su comportamiento. Pero así fue, gracias a los zumbados de Fujifilm.

Y ese 35 mm estuvo acompañado por otro hermanito meses después cuando salió el adaptador de Leica. El 90 mm Elmarit F2.8 de Leica con su adaptador para Fujifilm pasó a la bolsa de fotografía para complementar una focal fija. Este Leica produce unas imágenes soberbias con un bouqué fantástico pero con el único inconveniente de los reflejos tanto laterales como frontales que producen una caída brutal de la calidad de imagen con zonas borrosas y con flare. Pero sabiendo esta limitación y que hay que enfocar a manubrio, es un objetivo digno de disfrutarlo. Sobre todo en lo relativo a retratos ya que al ser un equivalente de 135 en el formato de toda la vida, diafragmado a 2.8 y con primeros planos, se consiguen unas imágenes de gran belleza.

Tras año y medio disfrutando como un loco con la X-Pro1 y rl 35 mm, vi más claro que había que ampliar la familia de gadgets con un elemento esencial para un fotógrafo. Empecé por el pequeño flash SB-20. Una maravilla de flash condensado en el mínimo volumen posible y con una potencia desmesurada. Y luego vino el GRIP que parecía cosa baladí pero que resultó se más cómodo y útil de lo que me imaginaba antes de la compra. Sobre todo con el siguiente objetivo que vendría a la familia de la X-Pro1.

 

 

Y ¿Para qué quiero yo todas mis Canon si la X-Pro1 es mejor que todas ellas? me pregunté. Y así fue como me agencié otro flash EF-42 de mayor potencia para poder realizar fotografías con más garantías.

Pero este flash vino de la mano del nuevo ZEISS Touit 50 mmm F2.8 MACRO con factor 1:1 . Nada mas salir al mercado me pillé uno en una tienda alemana, aunque están fabricados en Japón. Objetivo de gran acabado y de una calidad óptica comparable a los macros de Canon, pero más compacto y ligero. Ya por fin teníamos un 1:1 en el mundo Fujifilm. Unido al cable ShoeCord2 de Canon se conseguía nuevo kit de Macro con mi nuevo material perfectamente operativo.

Fue en ese momento cuando decidí vender todo mi material de Canon. Cámaras y objetivos se llenaban de polvo en un cajón sin ni siquiera ver la luz del sol. Igualmente el resto de cámaras que compré en su momento. Todos pasaron a EBay y en unos meses quedó un hueco maravilloso para llenarlo de elementos de la familia Fujifilm. Y encima con un dinerito contante y sonante para realizar nuevas inversiones que sí iban a ser útiles.

Adios Canon.

 

“ Y como no sabemos que nos puede deparar el futuro me reafirmo en que mi último equipo es el mejor de todos y que jamás lo cambiaré por otro.”

 

 


El mundo del retrato es una de las facetas más apasionantes en el ámbito de la fotografía y de las mejores formas de divertirse sacando momentos decisivos. El elemento humano aporta ese factor extra para enfocarse en una fotografía creativa que muestre o la verdadera personalidad del sujeto, o más bien todo lo contrario. A pesar de que el 35 mm, que es el equivalente a un 50 mm en el formato clásico, ofrece unos retratos medianamente decentes, no llega ni a la punta del zapato cuando lo comparamos con el Fujinon 56 mm F1.2.

Este impresionante objetivo ofrece una definición de imagen soberbia y un boqué suave y agradable trabajando con el diafragma abierto a tope. De igual forma da mucho juego cuando se busca realizar fotografías de otra índole alejadas de las convencionales que se pueden realizar con el clásico 35 mm, ya que jugar con diafragmas tan bajos ofrece unas profundidades de campos muy interesantes a la hora de realzar el sujeto y aislarlo de su entorno. Posteriormente en estudio, el 56 mm ofrece unos resultados inmejorables con imágenes nítidas y desenfoque controlado en todo momento. En definitiva, un objetivo para retratos de 10. Pero al mismo tiempo útil en multitud de otras facetas, incluso en la street photography¡¡

 

Buscando nuevos mundos fotográficos por debajo del 35 mm, que tantos años me llevaba acompañando, me acerqué al Fujinon 18 mm F2. Las Reviews existentes de este objetivo en Internet no eran demasiado buenas, pero tampoco lo ponían para caer de un burro directamente. Por ello decidí comprarlo y probarlo yo mismo. La decepción no fue grande, fue lo siguiente. El objetivo tiene una calidad de imagen deplorable y una gran distorsión por lo que comparado con el resto de objetivos Prime de Fujinon, quedaba a años luz de calidad de éstos. Cuando te acostumbras a lo bueno, un objetivo como este no tiene cabida en tu bolsa de mano. Apenas un par de meses después de su compra se queda colgado en eBay al mejor al mejor postor. Una auténtica pena. Pero hacer fotos convencido que la calidad de la imagen va a ser mala, no suena divertido¡¡

 

 

Con el paso de los segundos mi X-Pro1 empezó a quedarse pequeña y limitada para las expectativas que daban los nuevos modelos que Fujifilm sacó al mercado. En aras de no gastar mucha pasta decidí dar el salto a hermano pequeño del buque insignia del momento, la X-T10.

La X-T10 fue una cámara que nació para morir. Se engendró esperando a mi futura X-T1 y murió un día de finales de verano en una playa de Huelva. Tras hacer las consabidas fotos familiares y decidir darme un chapuzón refrescante, guardé la cámara en la bolsa de la playa. Vigilando desde el agua que ningún chorizo me robara mis instantáneas cocidas un rato antes, una ola gigantesca avanzó más metros más de lo previsto y se llevó por delante a todos los domingueros de esa mañana, incluida mi bolsa de playa, con una bolsa de cámara y con una X-T10 en su interior. Ese día falleció. QDEP.

Está cámara era buena de cojones ya que fue un salto cualitativo en calidad de imagen comparada con la X-Pro1, pero el en gran inconveniente que tenía fue que el material de la cual estaba construida era casi todo plástico, nada de titanio. A los pocos meses de entrar en funcionamiento en mis manos, algunas teclas empezaron a funcionar mal e incluso una importante ya definitivamente murió y quedó completamente inoperativa. Por lo tanto el tsunami en cierto modo conformó un día de liberación para tener las puertas abiertas a adquirir cámaras de mejores prestaciones y más resistentes a las inclemencias del tiempo, incluidas olas con mala leche.

Desde luego esta experiencia fue única y determinante para sopesar que a partir de ese momento sólo trabajaría con cámaras que fuesen resistentes a las inclemencias del tiempo. Las llamadas WR. De igual modo tendría que ocurrir con los objetivos. Por cierto, ese día llevaba el 56 mm acoplado a la cámara, que sobrevivió milagrosamente, aunque se quedó algo tocado el diafragma. A fecha de hoy sigue dando el callo afortunadamente.

 

 

Tras la gran decepción sufrida por la compra del 18 mm, me vi de nuevo embarcado en la búsqueda del objetivo perfecto para esas focales cortas. De las dos opciones disponibles me lancé a la más cara para no cagarla de nuevo. Hablamos del ZOOM Fujinon 16-55 F2.8. Un objetivo robusto, pesado, voluminoso y que soporta las inclemencias del tiempo (WR). Mi primer Zoom. Toda una experiencia, aunque no sé si de nuevo religiosa después de estar acostumbrado a los Prime de focal fija.

Nada más caer en mis manos realicé los consabidos test de calidad de imagen. Con la experiencia del anterior fijo 18 mm no se podía esperar actuar de otro modo. La sorpresa fue mayúscula cuando advertí que en las focales próximas a los 18 mm la imagen dejaba mucho que desear, ofreciendo unos píxeles borrosos y empastados carentes de la más mínima rigurosidad técnica de lo que se considera una imagen enfocada y de calidad. Decepción brutal. Incluso el propio 18 mm de focal fija que acabó en manos de un alemán, ofrecía resultados mejores.

¿ Cómo era posible que un objetivo con estas prestaciones y ese precio tan desorbitado tuviera una calidad tan deplorable?. Durante una semana sufrí las consecuencias, pero sorpresivamente apareció una nueva revisión de firmware de dicho objetivo. Nada más instalarla en la cámara el efecto fue brutal. ¡ Como si hubiera cogido el objetivo y lo hubiera tirado por la ventana para a continuación comprar otro modelo de otra marca¡. Impresionante. Ahora sí que tenía en mis manos un objetivo de calidad superior con una increíble definición y sin apenas distorsión. Compra perfecta.

De esta forma me introduje en el submundo por debajo del 35 mm de toda la vida, ofreciéndome infinitas posibilidades que ni siquiera disfruté en mi anterior vida como Canonista. El paisaje y el mundo arquitectónico, así como la posibilidad de realizar fotos de grupos en recintos cerrados se pusieron delante de mi vista. En definitiva, el rango de 18 a 56 milímetros ya estaba cubierto. No sin malos ratos y sorpresas,

 

La X-T1 llegó como la crónica de una muerte anunciada. De su hijo, la X-T10. Hablamos de una cámara robusta con una capacidad de procesamiento superior a la muerta dignamente en la playa. Pero ella misma anunciaba también su propio fin, que no final. Sencillamente se convirtió en la transición a todas luces irremediable hacia la X-T2 qué ocurrió apenas semanas después. Finalmente la X-T1 pasó a ser la cámara de apoyo de la X-T2.

 

La cámara Fujifilm X-T2 fue toda una revolución en el mercado. No voy a entrar en detalle sobre sus características, para eso ésta internet. En las manos se presenta como una cámara robusta y plenamente profesional. Y no solo lo parece, sino que lo es. Ahora que estoy escribiendo estas líneas (Enero 2019) y ya pasado dos años y medio de la compra, esta cámara está como el primer día tras decenas de miles de fotos y bastantes viajes al extranjero.

La libertad fotográfica que ofrece esta cámara es increíble ya que su rapidez de procesamiento centuplicaba a los anteriores modelos y «casi» se puede trabajar con ella en «tiempo real». Obviamente cuenta con muchos puntos mejorables, muchos de los cuales se fueron solventando con el tiempo con las revisiones de software que fueron sacando los chavales de Fujifilm.

Y el video muy bien. Práctico y coherente, aunque con sus limitaciones.

Bienvenida a la familia.

 

El objetivo Fujinon Pancake 27 mm F2 de Fuji es la opción perfecta para la X-T2. El tándem produce una cámara ultra compacta con posibilidades infinitas a la hora de guardarla y llevarla en ocasiones muy especiales. Este objetivo cuenta con una gran definición y una distorsión que le da un toque especial a las imágenes y por lo tanto no llega a ser desagradable. Perfecto para salidas nocturnas con el pequeño flash EFX8 ya que todo el conjunto se puede guardar en el bolsillo de la chaqueta sin problemas.

Esta focal aporta gran flexibilidad en la toma de imágenes en el exterior y en el interior de recintos cerrados. Su diafragma 2.8 da mucho juego a la hora de trabajar con poca luz. Un objetivo perfecto para la noche y también para street photography. Si Dinio lo cogiera, otro gallo cantaría¡¡

El único inconveniente es que no cuenta con anillo de diafragma,¡ pero a quién le importa ¡¡.

De igual modo que con los años el 35 mm se quedó corto en el ámbito del inframundo, también el 56 mm acabó sucumbiendo para el supramundo. Después de haber disfrutado como un tonto con el Canon 35-350, parecía inviable no seguir la misma senda de fotos en el mundo de Fujifilm. Y para ello contaba con un objetivo increíble a 2.8. Hablamos del Fujinon 50-140 F2.8, un auténtico mastodonte con estabilizador incorporado y una calidad de imagen más allá de lo común. Pero la característica más importante de este objetivo no es ninguna de las mencionadas, sino lo divertido que es fotografiar con él. Una auténtica gozada disparar con ese estabilizador que va como la seda y que además consigue unas imágenes bellas que ni siquiera parecen producto de un teleobjetivo, ¡ sino por el contrario de un 50 mm ¡. Y nada más alucinante que trabajar a esas distancias focales y a un diafragma fijo de 2.8, que unido a un estabilizador impresionante, permite realizar unas tomas inimaginables cuando la luz empieza a escasear.

Hoy por hoy es el objetivo más divertido de mi bolsa fotográfica porque me permite acercarme a los objetos y personas lo menos posible para pasar desapercibido, y sin perder un ápice de calidad. Al comienzo de utilizar este objetivo tuve serios problemas con él porque continuamente se conectaba y se desconectaba de la cámara haciendo casi inviable su uso. Pero cierto día, por razones desconocidas, empezó a funcionar a la perfección y desde ese momento no he parado de utilizarlo. De hecho cuando lo conecto a la cámara ya no puedo parar de utilizarlo y me es casi imposible poner otro objetivo diferente en el cuerpo de mi X-T2. Es como un chute de adrenalina. Como una explosión de satisfacción. Y lo mejor no es eso, parece un objetivo pesado, pero su enganche central hace que su peso se distribuya de forma equilibrado y no sea molesto con la cámara colgada en los hombros. Parece mentira, pero se te olvida completamente que llevas semejante tronco de objetivo colgado a tus espaldas. Y esto cuando llevas horas con él se agradece más que una chimenea un día de niebla en la sierra de Aracena.

 

 

Hasta este momento la macrofotografía la realizaba con el objetivo 50 mm de Zeiss Macro 1:1. A pesar de tener una gran calidad de imagen y brindar unos colores brillantes y realistas, tropezaba claramente en el enfoque cercano al rango 1:1. Trabajando en modo manual, el enfoque modificado con la mano se transmitía al objetivo de forma mecánica que internamente modificaba el enfoque. Pero era exasperantemente lento y de poca precisión. Al final tenías que jugar al enfoque sin modificar y acercar y alejar la cámara del objeto para conseguir la zona deseada de enfoque dentro de la zona decidida de enfoque, producto del diafragma elegido. Toda una limitación¡¡

Pero por fin, tras tantos años de espera, nuestros amigos de Fujifilm sacaron un digno objetivo MACRO 1:1. Hablamos del Fujinon 80 mm MACRO F2.8. Este pesado y voluminoso objetivo, con un increíble estabilizador de imagen, proporciona unas fotografías super nítidas incluso cuando opera en el rango máximo de ampliación a 1:1.

De igual forma es excelente en el resto de distancias alejadas del entorno macro, es decir, para realizar cualquier otro tipo de fotografias incluidas las de retrato que son tan buenas, e incluso mejores, que las que se pueden realizar con el 56 mm. Eso si, sin llegar a las desenfoques acentuados que consigue este otro que baja el diafragma a 1.2 frente al 2.8 del Macro.

Este objetivo 80 mm Macro combinado son el Flash macro de Canon es perfecto a la hora de realizar Macrofotografía con diafragmas máximos. El único inconveniente es que dicho flash no puede operar en modo E-TTL con las cámaras de Fujifilm. Para superar este gran obstáculo, el truco consiste en trabajar en modo manual de flash y modificar la potencia de disparo de acorde a la distancia a la que se está enfocando y al diafragma con lo que se pretende trabajar. Un par de reglas sencillas proporciona un método rápido de calibrar el flash para conseguir unas imágenes perfectamente expuestas.

Desgraciadamente a fecha de hoy Fujifilm no ha sacado un flash macro para poder trabajar con este objetivo digno de mención. Este macro es también perfecto a la hora de realizer videos, ya que al estar estabilizado rinde unos videos a mano alzada que en todo momento parecen realizados con un tripode. Tan solo aclarar que el motor de estabilización hace un ruidillo algo pesado, pero que en cuestión de días te haces a él y al final ni lo oyes.

Este objetivo también lo he utilizado con fines de reproducción de fotografías y portadas de libros con un resultado excepcional. En el ámbito de estudio, es un objetivo que complementa perfectamente al 56 mm ya que éste permite enfocar a escasos centímetros, frente al 56 mm que tiene una distancia mínima de enfoque de 1.5 m.

 

Los tubos de extensión de Fujifilm son son el complemento perfecto para el amante de las fotografías Macro. Son incluso válidos para objetivos como el 35 mm consiguiendo tomas bastante más cercanas de la mínima distancia de enfoque de este objetivo. Tanto el 16 como el de 11 milímetros funcionan a la perfección de forma individual, cómo en tándem conectados simultáneamente. La pérdida de calidad de imagen es asumible cuando se combina con el macro 80mm. De esta forma se consigue ampliar factor de ampliación en un 25% aproximadamente.

Trabajar con flashes pequeños es interesante por la portabilidad, pero cuando se busca potencia y versatilidad hace falta un Flash EFX500. Flash completo al nivel de los Canon y Nikon. Bienvenido a la familia.

 

 

Trabajar con un 18 mm es excitante, pero al mismo tiempo muy limitante. Existe vida más allá del 18, como la vida abisal de los océanos. Fuji aporta objetivos con distancias focales inferiores al 18 mm pero a precios desorbitados y con objetivos abultados y pesados. En esta ocasión no era mi objetivo tener entre mi arsenal otra lente de características tan prominentes. Más bien era contar con un objetivo ligero y versátil con una distancia focal de unos 12 mm para poder abarcar grandes espacios, tanto en interiores como en exteriores. La mejor opción fue sin duda el Samyang 12mm F2. Un objetivo ultracompacto con gran definición óptica y con la única limitación de no contar con autofocus. Para nada un obstáculo. Trabajando con la distancia hiperfocal hace desaparecer la limitación de este objetivo y se consigue un enfoque perfecto.

La distorsión no es cero pero está muy corregido, de tal forma las imágenes resultantes no resultan desagradables salvo esa pequeña distorsión que le da carácter a la fotografía. Un objetivo perfecto para realizar tomas originales y desde puntos de vista que los otros objetivos ni siquiera sueñan.

 

Tras disfrutar durante muchos años con el objetivo Canon 65 mm 5:1, y tras haber vendido todo el material de Canon, incluido este maravilloso objetivo; en cierto modo quedé huérfano. El mundo 1:1 es interesante, pero hay un universo fascinante debajo de esa limitación clásica. Sobre todo cuando realizas fotografías a las Plantas Silvestres y los detalles de más interesantes surgen cuando profundizas hacia el 5:1.
Pensé que jamás iba a poder volver a hacer fotografías a escala 5:1 en mi ya asentado mundo Fujifilm, pero con el tiempo empezaron a salir al mercado adaptadores de Fuji para los objetivos de Canon, de tal forma que ya era posible utilizar estos objetivos en nuestras cámaras Fuji. La cuestión es que el mío ya estaba en las manos de un usuario de eBay de Estocolmo.
Cual fue mi sorpresa que bicheando en internet a la búsqueda de otra cosa apareció como por arte de magia la existencia de un objetivo de características similares al de Canon pero de mayor definición óptica y por supuesto con la posibilidad de acoplarlo con un pequeño adaptador a la cámara de Fuji directamente. Hablamos del objetivo la LAOWA 25 mm con factor de ampliación 2,5 a 5 x. Una pseudoréplica del 65 mm de Canon pero bastante más compacto y ligero y con una calidad de imagen soberbia. De un plumazo volví a mis orígenes de macrofotografía de mis flores silvestres y de esta forma conseguí también llegar de nuevo al estatus que tenía con Canon, pero esta vez elevado a la enésima potencia de calidad y de versatilidad con las cámaras de Fuji.
Lo más increíble fue que me hice con el objetivo directamente desde la web del fabricante, porque aún no había salido al mercado y existía una lista de espera a la cual había que apuntarse y pagar. ¡ Toda una apuesta por este objetivo chino que ni existía¡. Tras dos meses de espera, sorpresivamente apareció un paquetito con el bebe Supermacro en el interior.

Estamos en 2018. Ha sido 7 años de recorrido con FUJIFILM, con sus buenos y malos momentos (pocos), pero a todas luces el camino ha merecido la pena. 

Ante este panorama no existe remordimiento alguno de haberme liberado de todo el material de Canon y de otras marcas, sino más bien lo contrario, la satisfacción de saber que el día que decidí vender todo mi antiguo material fue la mejor decisión que pude haber tomado para hacer hueco a todo los nuevo que me puede deparar estos chavales de Fujifilm.

 

A partir de ese momento el parqué de objetivos estaba más o menos completo para las necesidades del momento. La llegada de un accesorio colgante de cámaras fue decisivo para el día a día. Harto de las clásicas cinchas para el hombro que eran incómodas y continuamente se escurrían con el peligro de que la cámara acabase en el piso, decidí investigar que ofrecía de altenativa el mercado.

Así fue como encontré las cintas de Blackrapid. Una maravilla que distibuye el peso por la espalda y permite que la cámara jamás pueda caer ya que se distibuye en forma de bandolera.

A eso su principal particularidad es que el acceso a la cámara para realizar una fotografía es casi instantáneo.

Pasaban los días placidamente hasta Enero del 2019  que apareció en el mercado la X-T3. Como era de esperar caí en sus redes y se unió a la familia excanon.

 

 

Poco más adelante el Fujinon 35 mm F2, réplica del mágico 35 F1.4, se incluyó en la bolsa para poder comparar. No erá «mágico», pero tenía un enfoque ultrarrápido comparado con el antiguo. Y eso es importante en muchas ocasiones.

A pesar de lo convencido que parecía de mi Laowa, me fui percatando que su calidad no era la esperada, sobre todo a factores cercanos a 5X. Fue x ello que lo puse en manos del mejor postor y pasñe a probar el Laowa 65 mm 2X, bastante compacto y de calidad superior a su hemano mayor.

 

 

Fue así como llegamos a la pandemia del puto COVID y aprovechando el confinamiento que tuvimos desde Marzo de 2020, la X-T4 apareció para sobrellevar la situación. Una cámara nueva, pero sin posibilidad de salir a la calle. Contradictorio, pero real como la vida misma.

Y así el buque insignia entró con el corona en la familia.

 

Y sigue siendo, afecha de hoy (Agosto 2023), el hermano mayor del arsenal de cámaras.

Tan solo un Lensbaby 50 mm traspasó el umbral de mi bolsa, para disfrutar de imágenes descentradas y absurdas.

 

 

Y como el antiguo flash de Canon anular ya andaba renqueando, decidí probar con el Yongnuo YN-14 Anular. Superó todas mis espectativas y encantado sigo con él para mis fotos de florecillas silvestre.

 

 

Con ánimo de tener un flash potente y compacto, me animé a pillar un Nissin i60 a través de Wallapop.

 

 

Y a fecha de hoy (Agosto 2023) la cosa sigue mas o menos igual. La X-T4 con la panoplia de objetivos mencionado. De todos ellos el que se lleva la palma es el Fujinon 50-140 F2.8 que es el objetivo más disfrutón de todos ellos y el que está puesto en la cámara el 95% del tiempo.

 

 

Por ello me tiré al río con un duplicador 1.4X para las escenas que requieren una focal más extensa, y sin pérdida de calidad ¡¡¡

 

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